A veces creo que he cambiado, pero otras, pienso que sigo teniendo las mismas acciones de cuando tenía seis años... Y no por eso quiere decir que sean infantiles. Me gusta aislarme, no agobiarme rodeada de personas hablando, disfrutar del silencio, y no sé si es bueno o malo, lo que sí sé es que lleva conmigo ahí desde que empecé a andar, y después de todo no he podido cambiarlo.
Últimamente siento que caigo, como quién cae en paracaídas que sabe que en algún momento llegará al suelo, la angustia está en saber cuándo lo tocarás. No me entiendo, por lo que mucho menos espero que me entiendan las personas que me rodean. En esta entrada no busco rimas ni palabras bonitas, solamente tecleo lo que llevo días guardando, la cabeza da vueltas y queda esta extraña forma de desahogarme, aunque nadie la lea ni me diga su consejo.
Así sucede todo hace un tiempo, el mundo gira y yo sigo clavada en un banco, esperando a caer porque ya no tengo vuelta atrás, o quizás sí. Me da pánico que en el último segundo el paracaídas falle y el golpe duela, entonces ahí será cuando ya definitivamente no haya vuelta atrás. Y el frío tampoco ayuda.
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