23 ago 2013

No me gusta como sabe.

Esconderse tras la indiferencia no es fácil, o eso se repetía cada mañana al levantarse. La alarma había vuelto a sonar, otra noche más soñando lo mismo. Era una sensación extraña, amaba aquel sueño, pero a la vez odiaba despertarse y encontrarse con la realidad. 

La misma rutina de todos los días, sonreír, reír, fingir que todo está bien. Nunca nadie la ha visto llorar, ni quejarse, ni siquiera lamentarse, intenta vivir en un absurdo mundo de color de rosa. A veces le da por pensar, por recordar... Simplemente todo cambia, las cosas se van y nunca vuelven, los momentos se viven una vez. Eso es lo único que la alegra, pensar que no derrochó ni un segundo de felicidad, sí, seguramente perdió algo de tiempo con tonterías, pero siempre aprende de sus errores. 
El extraño sabor amargo de su boca se disipa con el zumo que baja por su garganta. Es uno de los lugares preferidos de ella, la cocina, una simple cocina aborda demasiados recuerdos, esos, que logran hacerla sonreír. Las comidas, el ruido de los platos, los besos, el mínimo detalle al que antes no le daba importancia, se vuelve imprescindible. 



No hará que nadie se preocupe por ella, ni mostrará la mínima debilidad, pero seguirá callando todo lo que echa de menos, y diciendo que está bien. Tras caerse, tras golpearse una y otra vez, se levanta, porque los consejos que suele dar, no siempre se los aplica, pero como buena cabezota no se cansara de intentarlo. 

Ella misma sabe a la perfección, que es una kamikaze sin casco, que se tira de cabeza a una piscina vacía. Se mira en el espejo y le gusta, le gusta fingir lo que no es, o tal vez ahora sí que lo es... Nadie puede entrar en su cabeza para negarlo o afirmarlo. Una única cosa ronda su mente, nada podrá hacer volver la chica que era.

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