El chico estaba frente al espejo, su respiración era agitada y su cara desencajada. No entendía porqué estaba encerrado en ese mismo bucle, apenas tenía 21 años, pero en todos esos años se había repetido lo mismo una y otra vez. Sus manos se llenaron de agua que salía del grifo, cerró los ojos e intentó pensar, recordó su infancia, de la cuál tenía un sabor amargo, siempre intentaba verlo con otra visión, aunque en noches como aquellas no podía evitar derramar alguna lágrima. Volvió a mirarse en el espejo, todo el mundo tiene lo que se merece, se repitió en su cabeza... Era hora momento de irse a la cama, el reloj no marcaba más de las diez. Una vez tumbado, le costaba conseguirse dormir, sabía que todo aquello que pasaba por su cabeza jamás se lo contaría a nadie... Le daba vueltas a la almohada, recordaba algunos momentos vividos, sabía bien lo que era ser feliz, irse a dormir sonriendo, pero también sabía que esa sensación nunca volvería. Su historia se había repetido, creyó conocer a una persona especial, pero únicamente se topó con alguno de los niños que hacía llamar amigos cuando tenía siete años. Mañana sería otro día, volvería a guardar sus inseguridades y miedos. A ser el chico pasota, el cual nunca tiene problemas, sin dejar de sonreír a pesar de que sea fingida. Tal vez algún día las cosas cambien...